El molinero, su hijo y el jumento


La sabiduría del mundo en 40 lecturas


Leí no sé dónde que un molinero y su hijo, viejo aquél y muchacho éste, pero no pequeñuelo sino de quince años bien cumplidos, iban

¿Qué se proponen con esa extravagancia? No es el más jumento quien lo parece.”

El molinero oyendo tales razones, se arrepiente de su tontería, deja en el suelo al borrico y le quita las ataduras. El animal, que se iba acostumbrando a caminar a cuestas, comenzó a querellarse en su especial dialecto, pero el molinero cerró los oídos a las quejas, hizo montar al muchacho y prosiguieron su camino.

Encontraron a poco tres mercaderes, y el más viejo, gritando todo cuanto pudo, díjole así al cabalgante: “Apead si tenéis pizca de vergüenza, mozo borriqueño. ¿Cuándo se ha visto que un muchachon  lleve lacayo con canas? Monte el viejo y sírvale el joven de espolique”. 


“Caballeros, contestó el molinero, razón tenéis de sobra y fuerza será conteneros.” Echó pie a tierra el muchacho, y montó el viejo en el rucio.

Pasaron en esto tres mozuelas, y exclamó una de ellas: “¡Qué valor!

Abochornado, quiso remediar su error y puso al chico a la grupa. Aún no habían andado treinta pasos, cuando encuentran otro pelotón de pasajeros, y empiezan de nuevo los comentarios.

 “Locos están, dice uno de ellos: el jumento no puede más: va a reventar. ¡Cargar de esa manera a un pobre animal!  exclamó el molinero: “Loco de remate es quien se propone contentar a todos. Pero hagamos otra prueba a ver si lo conseguimos”.

Reflexiona.

¿Para ti, cuál es el significado del párrafo anterior? Apeáronse los dos, y el asno, rozagante y satisfecho, marchaba delante de ellos. Pasó entonces otro viandante, y al verlos: “¡Modas nuevas!”, dijo: “la cabalgadura bien descansada y el dueño echando los bofes. Así, hacen gasto de zapatos y preservan el borriquillo”.

”¡Tres eran tres, y a cual más jumento! Jumento soy de veras”, prorrumpió exasperado el molinero: “jumento me confieso y me declaro; pero, en adelante, digan lo que quieran, alábenme o critíquenme, he de hacer mi santa voluntad”. 

Y así lo hizo; y obró perfectamente.


“Debemos tomar las decisiones con nuestro propio criterio, no con el ajeno.”


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